
Todo esto es para ti como una de las peores peleas mentales que has tenido nunca. ¿Cómo explicas al mundo lo que te ocurre? ¿Cómo dices que te odias y que quieres huir de los espejos por temor a querer dañar a la imagen que se refleja? Te gustaría poder cubrirte de gasolina y echar a arder, consumirte por esas llamas que hablan del mismo odio que te consume poco a poco por dentro.
Y quieres hacerte oír, pero no sabes cómo. Tu imagen, la oscuridad que siempre llevas, quieres que hable por ti diciéndole al mundo como te sientes, pero ves que de nada sirve. ¿Y si dejas ver las cicatrices de sangre derramada al mundo? No, no quieres volver a quedar como la niña mimada que hace todo eso para llamar la atención. Con eso, te tragas de nuevo los sentimientos y vuelves a esconderte tras la máscara.
Sientes una navaja clavada que no hay forma de quitar y que a cada día que pasa, hace la herida más sombría, crees que un día hará que no puedas siquiera respirar y eso, te encanta. Es como si te estuvieras arrastrando por una marea dolorosamente maravillosa, que hace que cada día que pase quieras seguir durmiendo sin llegar a despertar nunca. Es tan enfermizo e hipnótico…
Ahora, estas decayendo, tirando veneno con tus palabras que te desgarran el pecho y lo hacen caer al suelo, hecho pedazos. Y piensas, que la próxima vez, no habrá próxima vez… Sé que solo soy una estúpida mentirosa que sólo lo quiere de vuelta… Así que solo voy a quedarme aquí tirada, como un juguete viejo y roto, viéndome quemar…