viernes, 26 de noviembre de 2010

Llamas

Ni siquiera sé cómo empezar esto… o acabar. Supongo, que finalmente tomaré el masoquismo como atributo para mí. Y además, me tendrían que encarcelar por todo lo que estoy haciendo y mintiendo.

Todo esto es para ti como una de las peores peleas mentales que has tenido nunca. ¿Cómo explicas al mundo lo que te ocurre? ¿Cómo dices que te odias y que quieres huir de los espejos por temor a querer dañar a la imagen que se refleja? Te gustaría poder cubrirte de gasolina y echar a arder, consumirte por esas llamas que hablan del mismo odio que te consume poco a poco por dentro.

Y quieres hacerte oír, pero no sabes cómo. Tu imagen, la oscuridad que siempre llevas, quieres que hable por ti diciéndole al mundo como te sientes, pero ves que de nada sirve. ¿Y si dejas ver las cicatrices de sangre derramada al mundo? No, no quieres volver a quedar como la niña mimada que hace todo eso para llamar la atención. Con eso, te tragas de nuevo los sentimientos y vuelves a esconderte tras la máscara.

Sientes una navaja clavada que no hay forma de quitar y que a cada día que pasa, hace la herida más sombría, crees que un día hará que no puedas siquiera respirar y eso, te encanta. Es como si te estuvieras arrastrando por una marea dolorosamente maravillosa, que hace que cada día que pase quieras seguir durmiendo sin llegar a despertar nunca. Es tan enfermizo e hipnótico…

Ahora, estas decayendo, tirando veneno con tus palabras que te desgarran el pecho y lo hacen caer al suelo, hecho pedazos. Y piensas, que la próxima vez, no habrá próxima vez… Sé que solo soy una estúpida mentirosa que sólo lo quiere de vuelta… Así que solo voy a quedarme aquí tirada, como un juguete viejo y roto, viéndome quemar

martes, 9 de noviembre de 2010

Tic, tac, tic, tac...

¿Qué haces cuando ya todo está perdido? Ya no hay razones para nada y parece que simplemente esperas a que llegue el día que veas que no aguantas más y decidas terminar aquello que empezaste. Habiendo dejado de ser una niña, sigues creyendo que los juegos, no se pueden dejar a medias. ¿Acaso no es más fácil terminar ya? Supones que sí, pero… ¿qué ganas con eso? O más bien… ¿qué pierdes?

Te ríes de ti misma porque sigues haciendo lo mismo que antes. Esperar y esperar mientras el péndulo del reloj se mueve cada vez más deprisa y le hace de compás a los latidos de tu corazón, demasiado rítmicos y sonoros en esos momentos para desear con suficiente fuerza que paren de una vez, pero ese corazón tuyo es demasiado joven aún para dejar su frenético golpeteo. Y es que odias que cuando más deseos tengas en esos momentos, más sonoros se hagan los latidos que en esos momentos te parecen llantos de dolor de lo más hondo de tu persona.

Y de esa forma, lloras la pérdida de todo aquello que en tu día te pareció un cuento demasiado magnífico para ser real, y que ahora, teñido de oscuridad y sangre, te parece más una pesadilla…

sábado, 6 de noviembre de 2010

La niña asustada y arrepentida

No puedes, no puedes por más que lo intentes. Te quedas mirando a la pantalla y sientes que tus lágrimas serán derramadas de un momento a otro. Simplemente no puedes despedirte porque cuando vuelvas a leer y releer la conversación y pase el tiempo, no sabrás con exactitud cuándo volverás a saber de él.

¿Por qué todo es tan difícil? ¿Por qué cuando creías que podrías volver a escribir sobre la felicidad y cosas nuevas de repente todas tus cartas van dirigidas a esa persona? Simplemente porque eres así de idiota y cada palabra de más dicha por él, quieres morirte. Y es que… ¿Por qué de repente sientes escalofríos cada vez que terminas de leer una frase suya? ¿Y por qué sientes odio hacia ti? Tantas preguntas que nunca tienen respuesta…

Vuelves a leerlo todo por décima vez, y de nuevo otra vez lloras por esa ausencia que se hace inevitable por tu culpa. Porque solo eres la culpable. Y sientes ese hueco en el pecho que hace que cruces los brazos inconscientemente porque crees que se te hará pedazos en cuestión de segundos. Piensas que no habrá en el mundo persona más ignorante que tú en lo que se refiere a actos, y con un último esfuerzo, hacer notar a las personas que te rodean que sigues siendo la misma de siempre. Esa que se da cuenta que al final, seguirá siendo una niña asustada y arrepentida…

martes, 2 de noviembre de 2010

Tres tiempos verbales... (Lo siento y gracias)

No soportas esto más. ¿Cuándo cambió todo tanto? Lo sabes bien, pero quieres negarte a que lleve la razón, no al menos esta vez. Así que ruegas por favor que esa luz negra que ves al final desaparezca. Quieres que todo lo malo sea un sueño, y es que prefieres que sea un mal sueño para poder despertar cuanto antes de la pesadilla, porque sabes que dentro de poco no sabrás si de nuevo estas durmiendo o estás muerta.

Supones que por eso, ahora aprovechas tanto tu felicidad, tu tormenta está cerca. Lo hacías de forma inconsciente, tal vez fue porque una milésima parte de ti estaba viendo lo que había al final del túnel. De tantas veces como te han hecho pasar por lo mismo, ya puedes ver ese acontecimiento en la distancia y eso, para desgracia tuya, es lo que más te duele. Ver como se te viene encima toda esa oscuridad que poco a poco se adueña de ti.


Después de todo, esta vez al menos tienes la certeza de que ya no te hundirás tan fácilmente, o eso esperas.


Le diste todo pero… no te sientes mal por ello, sino que le agradeces todo lo que te ha enseñado, porque en el fondo, no puedes negar que siempre le querrás. Y por fin te vez capaz de dirigirte a él con una sonrisa en los labios, preparada para decirle tres cosas: Primera, lo siento. Siento no haber podido ser la persona que buscabas. Segundo, gracias. Gracias por todo, has sido la mejor persona que he conocido nunca. Y tercero… recuerda que para mí, siempre serás una persona que recordaré en tres tiempos verbales...